ENTRE DOS SIGNOS DE INTERROGACIÓN
A veces, de tanto pensar, mi ideas siempre acaban por
completar su metamorfosis en un verso.
A veces me pregunto si cada palabra que te escribo lleva el
número exacto de sentimientos que he querido incluirle, o carece de alguno. A
veces mis palabras van tan cargadas de emociones que no sé cómo expresarlas,
pues se convierten en el guión de un discurso al que enfrentarse, como si cada
momento recopilado en una línea tuviese que ser pronunciado.
A veces me pregunto si mis párrafos llenan todo el espacio
vacío que he pretendido llenar en un simple poema.
A veces me pregunto tantas cosas y ninguna de las repuestas
que me doy a mí misma me vale.
...
Por eso, a veces, dejo que las preguntas se vayan por un
momento, y simplemente te escribo.
Por eso, a veces, dejo que tú me las respondas, porque a diferencia
de mis respuestas, las tuyas sí que me valen.
Por eso, a veces, mis poemas se llenan de recuerdos que
recojo de entre tus brazos, donde puedo refugiarme de mis miedos y escribir con
tinta de mis labios sobre tu piel.
Por eso, a veces, si te miro a los ojos, no tengo la
necesidad de cargar palabras de sentimientos, líneas de recuerdos, versos de
emociones y párrafos de infinitas preguntas resueltas con tu respuesta.
Por eso, a veces, cuando las dudas nos asaltan, y nadie es
capaz de responder nuestras preguntas, mis versos responden por ti... y tu
sonrisa responde a mis versos.
Y yo,
como siempre,
a veces,
me respondo a mi misma que tú eres la respuesta a todas mis
preguntas.
Y esa, como siempre, es la única respuesta que me vale.
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