jueves, 25 de abril de 2013


ROSAS ROJAS

El leve sonido de un teléfono perfora su silencio.

La sangre brota entre sus pensamientos y los recuerdos de una soledad eterna.

- No acaba jamás. No acabará.-

Con el cuerpo de tristeza en sus manos, desgarra la amargura de su existencia, y por su cuerpo desembocan las raíces de pequeños afluentes de un río de lágrimas.

Y brotan rosas rojas entre sus brazos, que hunden sus espinas entre la desesperada y magullada piel que se ha cansado de existir. Una pequeña zona indefensa la mira con ojos de miedo... de súplica. Le mira y le dice cobarde. Le escupe las palabras que nunca pronunció, que nunca existieron.

Quiso acallarla. Quiso apagar su llanto y sus palabras.

Quiso perforar con los filos diamantinos de un recuerdo, el único llano en el que no nació vegetación. El único llano que apagaría sus días y la llevaría al mundo de sueños que siempre deseó...

Una pluma roza su rostro con la punta de los suaves filamentos de unas alas blancas. Los filos diamantinos se detienen, sin que pétalos muertos dejen de brotar de la grieta que ha rozado el bloque de hielo al instante, al momento...

Y la pluma se tiñe de un rojo oscuro. De color. Y con el extremo de su esquelética estructura, coloreó el agua de los ríos, arrancando los rosales...

Curando las espinas de mis rosas rojas.

martes, 9 de abril de 2013


LA PEQUEÑA PRINCIPITA  
"Para mi Pequeña Einstein"
Creo que tú,
al igual que El Principito,
también aprovechaste una migración
de pájaros silvestres
para evadirte.

"Dime dónde estabas cuando la ansiedad me ahogaba, cuando cada pensamiento provocaba arcadas y temblaba cada poro de mi piel sin nadie que me abrazara y me dijera: Tranquila todo irá bien"

Estaba evadiéndote entre pájaros silvestres, volando sin rumbo concreto; buscando climas más cálidos, donde poder aclarar los pensamientos que les atormentan.
Viajaste allá donde el dolor fluye, como afluentes de sangre por las venas de hielo de alguien inexistente, invisible...

Te ocultabas entre las ramas de los árboles, saltando de una en una como una fugitiva huyendo de un destino que nunca existió; como la pequeña Rue, buscado cobijo entre las sombras de los esbeltos troncos y las frondosas copas; como un pequeño pájaro que se ha cansado de volar entre la polución de una ciudad contaminada y abyecta.

Te levantabas cada día con las sábanas pegadas a la piel, la habitación a oscuras y al abrir la ventana, la luz te golpeaba en los ojos. Parpadeas varias veces y te acostumbras al tono de la calle, que te mira, desafiante y no te deja escapar.

Tienes las palabras de tu libro encerradas bajo llave, esperando que alguien encuentre la clave que consiga abrir el cerrojo para sacarlas a la luz.

Hay tantas preguntas sin respuesta...

¿Dónde estabas cuando te necesité? Cuando cada claro de Luna ahogaba mis pensamientos bajo una habitación astral, en la que solo habitaban monstruos y fantasmas del pasado.

Pesadillas opacas que tumban tempestades. Qué putada es esperar a alguien como tú durante tantos años y descubrir que estuvo tan cerca todo el tiempo... sin dejarse ver, casi translúcido a la luz del día, ocultando sus ojos marrones y su tez pálida.

Escondes el enigma de un tesoro, sí, un tesoro llamado lucidez. No solo te evades entre pájaros silvestres, sino que vuelas entre las alas de los ángeles, evitando acercarte mucho al cenit cielo para no sufrir quemaduras.

No sabes volar... pues tampoco aterrizaste en un punto concreto.

 "¿Viniste de una estrella, Pequeña Principita? ¿De dónde viniste?"

CAMINOS SOBRE MI PIEL

Los párpados me pesan por el sueño. Despierto y los abro poco a poco para evitar que la luz del día me dañe la vista.

No quiero salir de la cama. No quiero abandonar los sueños. No quiero entrar en la monotonía.

El tiempo se me clava como cuchillas sobre la piel, con grietas limpias y cuidadosas que evitan sangrar, pero causan más dolor que cualquier grieta profunda.

La habitación da vueltas, mientras mi figura oscurecida mira a la nada, sentada en el suelo y en silencio.

Me arden las manos de odio. De odio a un mundo que yo misma creé. De odio hacia un mundo hecho a medida que comienzo a destruir... que comienza a hacerse añicos, a reducirse a cenizas.
Los árboles se alzan denigrantes ante un bosque carbonizado por hojas en blanco. Las carreteras se cruzan y siempre acaban en un punto concreto y paralelo. La lluvia quema los llanos prados de una mirada cansada de respirar. Las garras del viento ocultan las luces del día y el aura blanquecina de una Luna exhausta de permanecer en un cielo por el que nunca viaja el sol.

El mar de angustia se cuela entre las carreteras y las llena de odio y tristeza.

Abre los ojos...
La luz se cuela entre los pliegues de mis manos...
La lluvia aún se escucha, impactando sobre el pavimento del mar de caminos sobre mi piel.

martes, 2 de abril de 2013


EL CRIMEN PERFECTO

"I belong with you, you belong with me, you're my sweetheart."

- ¿Dónde está mi lugar?¿Dónde estoy? -

Palpa el ambiente y siente volar en un pequeño espacio blanco. La soledad se abre entre senderos de gloria y su sonrisa bate el espacio. Dibujan sus labios un gesto de perdón, hacia toda culpa cometida, como el crimen perfecto de unos sueños que un día se derrumban y hoy le ayudan a recuperar.

El crimen perfecto de alguien que no se cansa de caer. Un constante homicidio de metas e ilusiones, que en un instante, se vieron inertes en alguna parte de una calle estrecha y gris.

Nacen sus ojos de un brote de tristeza, de un halo de alegría intermitente, de un sentimiento poco constante e inseguro.

- ¿Dónde está mi lugar?¿Dónde estoy? -

En mi nunca jamás...

UNA MIRADA

Sus manos se mueven con facilidad sobre las brillantes y blancas teclas de su piano. Con los ojos cerrados y con unos suaves movimientos de brazos y un ligero contoneo en el taburete de cuero negro, la música alcanza todas las esquinas de un enorme salón. Hasta los huecos más escondidos y olvidados de la casa son conscientes de lo que aquellas manos son capaces de hacer, solo con rozar una partitura escrita en un papel antiguo de tez amarillenta, debido al paso del tiempo.

Sus manos no se detienen, se deslizan de un lado a otro del piano, en medio de aquella habitación.

Ella, sentada en el sofá y con un dedo parado ante una tecla de su máquina de escribir, no puede apartar la mirada de aquel hecho extraordinario. La música la transporta a universos paralelos, donde todo es obscuridad, excepto por una pequeña circunferencia que ilumina el silencioso instrumento.

Él la mira, sin parar de tocar. La mira hasta que ella le devuelve la mirada, con una extraña sensación de estar flotando en un espacio endeble.

Cuando sus ojos se encuentran, esboza una tímida sonrisa. Solo entonces ella sabe. Solo entonces comprende, aquella mirada tímida y silenciosa, que no se aparta de su punto de vista, mientras una suave y lenta melodía bate el espacio.

Y con esa mirada se dijeron todo lo que no puede decirse con palabras o con música. Con una mirada expresaron lo que tanto tiempo habían callado hasta ahora.

Una mirada bastó para hacerles saber, que el tiempo a partir de entonces, correría en su favor.

RAIN

Calles mojadas. El viento se cuela entre los recovecos del asfalto. Ella camina sola. Sola entre los callejones de un oscuro laberinto. Cada ciertos pasos vuelve la vista hacia atrás, como si esperase que alguien la estuviese siguiendo. Nadie lo hacía; caminaba completamente sola por un camino en blanco y negro, humedecido por las gotas de lluvia, que se aferraban a sus pies y la perseguían allá a donde fuese.

Ella caminaba sola. Se dejaba acariciar por la tormenta, que le empaña las gafas y le llena los cristales de un brillante rocío diminuto. Las lágrimas le resbalan por sus mejillas, se disfrazan de agua caída del cielo y se ocultan bajo los cristales coloridos de los rayos del sol.

La tormenta cobra aún más fuerza. Le pega la ropa a la piel y le empapa los cabellos negros.
Ella acelera el paso, cada vez más y más rápido, como si alguien la estuviese persiguiendo mientras le susurraba al oído cosas que no quería oír.

Finalmente echa a correr. Su respiración se acelera, mientras las gotas de agua se cuelan entre sus labios y se deslizan entre las comisuras de la boca.
Cierra los ojos y la lluvia se adhiere cada vez más a la suela de sus zapatillas, desgastadas por el tiempo y cansadas de correr.

El camino se ensancha y el asfalto se eriza... Y entonces ella cae.

Cae rendida y sin aliento abrazando el suelo grisáceo y húmedo. Cae resbalando por el agua adherida a su cuerpo. Cae y no se levanta. Se ha cansado de caer. Se ha cansado de que nadie le tienda la mano, para que no le cueste tanto levantarse. Se ha cansado de caer sola.
Ella camina sola. Sus manos arañan con rabia el pavimento mojado. Sus ojos se cierran con fuerza hasta que su oscuridad se ve nublada. Sus lágrimas le queman la piel, como lenguas de tinta enfurecidas.

Y ya no se levanta.

Apoya la frente en sus manos, por las que resbalan gotas de lluvia. Esconde su rostro en sus brazos y arquea el cuerpo, como un acordeón. Permanece tumbada. No se levanta. Ella camina sola...

Sola entre la lluvia de palabras.